sábado, 21 de junio de 2008

ETAPA 10 - Astorga - Villafranca del BIERZO


Etapa 10 – Astorga – Villafranca del Bierzo – 78 km – 7 horas 35 minutos. Velocidad media 16.2 km/h.


Hoy he visto el cartel de 200 km a Santiago. El corazón me ha dado un vuelco. Por una parte no era consciente de haber hecho ya más de 600 kilómetros. Por otro lado, Santiago está a mi alcance. Está ahí mismo. Pero hay una leve puntada de desazón. El Camino pronto se acabará. Al menos este Camino.

Tras el día de lluvia de ayer, hoy encuentro peregrinos por todas partes. Cientos. Parece que con el maravilloso día de sol que se nos regala hoy, todos han decidido recuperar, desde temprano, los kilómetros perdidos. Casi no necesito buscar las flechas amarillas por la ruta. Siempre tengo un caminante a la vista que me va indicando el camino. Yo hago solo toda la etapa. Cada día más noto que encuentro un nivel de introspección y de identificación con el elemento físico del camino, que intento, inconscientemente, evitar interferencias. Incluso, cuando por accidente coincido con ciclistas, individuales o en grupo, nuestro pedaleo en compañía no alcanza más allá de unos cuantos minutos, en los que cambiamos impresiones generales, y continuamos cada uno por nuestro lado. O digo mejor, a nuestro ritmo.

Desde la salida de Astorga, se toma perfecta conciencia del perfil de la jornada. Y muy pronto se nos presentan altivos, en la distancia, los Montes de León, todavía salpicados de manchas de nieve dispersa.
Si en Roncesvalles el desnivel a superar era de 200 a 1600 m., aquí la meseta ya nos ahorra unos 600. Aún así, preparo todas mis fuerzas físicas y mentales para trepar por los caminos de peregrinos hasta La Cruz de Ferro primero (1500 m) y luego tras bajar a Manjarín, al Alto del Acebo (1600 m). A partir de ahí, una larguísima bajada a Ponferrada, nos introduce de lleno en la comarca del Bierzo, para terminar en Villafranca.

A pesar de continuar en León, la sonoridad del castellano comienza ya a tener claros matices gallegos. Repaso mentalmente la variedad de tonos que desde que comencé en St Jean – un interesante navarro-afrancesado. El Navarro recio del norte de Navarra, con dejes claramente vascos, al navarro más castellano del sur. El castellano seco de la Rioja. El burgalés limpio y articulado. El leonés tan propio y tan lleno de influencias de Castilla, Cantabria, y Galicia en sus diferentes comarcas. Y además he disfrutado de la riqueza de andaluces, catalanes, valencianos, canarios, madrileños, con los que he ido coincidiendo a lo largo de estos días. Cada uno con su propio tono, ritmo, armonía, vocabulario o expresiones. Para alguien como yo, que puede encontrar tanto placer en las múltiples tonalidades del idioma, es inconcebible que éste pueda ser utilizado como arma arrojadiza de desunión o de separación. En el Camino de Santiago, como en cualquier otra ruta de largo recorrido que se pudiera hacer por España, la variedad idiomática es un factor de diversidad tan atractivo, como podría ser la gastronomía, el folklore, el arte o el paisaje.

De la Meseta a la Montaña. Los campos de cultivo van dejando paso rápidamente a una vegetación boscosa, que al llegar por encima de los 1300 m desaparece casi totalmente para sumergirnos entre brezales y monte bajo, más propio de la alta montaña. Rita clava sus tacos en las pendientes pedregosas y al límite de su tracción, no paramos de subir. Pronto llegamos a Foncebadón, Un poblado de casas de pizarra en medio de un páramo desierto y ventoso, en el que las cabras – con su proverbial espíritu ascético – son los únicos animales que soportan tan duras condiciones. Bueno, y los perros del albergue, aunque a juzgar por su permanente estado de modorra, se podría pensar que la falta de oxígeno por la altura, los tiene completamente aturdidos, hasta el punto de pasarse la vida dormitando por los rincones. De todos ellos, Tecla, la bóxer albina es mi favorita. Y en algún momento de lucidez que le sobreviene, consigo que me haga un poco de caso, y la aprecio en toda su belleza y ternura. No consigo, sin embargo, hacerle una foto en este flash de actividad, porque cuando echo mano de la cámara, ya se ha vuelto a derrumbar desmayada bajo una de las mesas.
El albergue de Foncebadón lo gestiona una comunidad hippy de lo más divertido. Viven según los principios más radicales del espíritu del 68, con su ecología militante, su orientalismo espiritual, su “autarquía”, su amor libre y educación conjunta de los vástagos de la comuna, su radical anticapitalismo. Paso un muy buen rato con ellos, y con el ir y venir de actividades que tenían asignadas unos y otros en base a algún plan al que se referían continuamente. Alguien muy parecido a mi parece haber pasado la noche en el albergue, y cada vez que alguno de los hospitaleros me ve, me pregunta que qué hago todavía por ahí; cómo es que me he hecho ciclista; o de dónde he sacado la bicicleta. Una me llega a preguntar si había regresado a que me diera otro masaje… A lo que estuve a punto de responder que SI! A lo largo de los kilómetros siguientes intento encontrar a mi otro yo caminante, pero no lo consigo. Espero que esté teniendo las mismas satisfacciones a sus expectativas que las que el Camino me está dando a mi.
La Cruz del Ferro se yergue majestuosa sobre un pilar de unos diez metros, con un fondo de cielo azul cristalino que parece a punto de quebrarse. Desde hace muchos años, cada peregrino pone una pequeña piedra junto a su base, y hoy en día la cruz se sostiene sobre cientos de miles de piedras que hacen una enorme colina a su alrededor. Desgraciadamente el momento de recogimiento se me rompe al aparecer como de la nada, tres autocares de turistas alemanes, que toman toda la zona por asalto. Decido dar pedales rápidamente y continuar hacía Manjarín, el Alto del Acebo y disfrutar de la larguísima bajada hasta el valle del Bierzo y Ponferrada.

Ponferrada es la principal referencia templaria del Camino. La orden que tenía como uno de sus objetivos principales la protección de los peregrinos, tanto los que iban al Santo Sepulcro en Jerusalén, como los que venían a Santiago, dejó muestras de su control a lo largo del Camino, hasta su lamentable desaparición a principios del Siglo XIV. El aura mística y mistérica que envuelven a la orden a sus actividades, probablemente mitificadas por lo irregular e injusto de su persecución por la propia Iglesia, hasta su desaparición, lo impregnan todo, y me hacen sentir un poco Templario moderno, a bordo de Rita, mi cabalgadura del siglo XXI.

Un empujón más entre valles angostos, en donde reaparecen las viñas en cultivos más montaraces y agrestes, nos deja a las puertas de Villafranca del Bierzo, fin de la etapa de hoy, en donde hay que hacer acopio de fuerzas para afrontar la escalada a la frontera con Galicia, y con sus más profundas raíces celtas y druídicas. El alto de O CEBREIRO.

ULTREIA!

Cuaderno de Campo del Peregrino.


* Las horas de soledad de pedaleo juegan con mi mente de forma caprichosa. A veces consigo mantener el enfoque en reflexiones relevantes, y otras veces entro en fases que he denominado “mind gliding” en las que fluyen las más disparatadas reflexiones. Una de ellas ha sido la velocidad de los bichos, y aunque parece poco relevante, creo que tiene una gran importancia para el peregrino. El primer elemento es que si llueve o hace viento, no hay bichos (alguna ventaja tenía que tener tanta dificultad). Pero si hay sol, la cantidad de bichos es simplemente abrumadora. He ido haciendo pruebas, y hasta diez km/h los bichos son capaces de mantener tu velocidad, y mortificarte con saña. A partir de esa velocidad no pueden seguirte, y se limitan a chocar contigo con más o menos consecuencias para ellos y para ti, dependiendo de su masa, y de las velocidades respectivas del peregrino y del bicho en cuestión (He visto a un ciclista con la mitad de la cara hinchada por un choque con un escarabajo a más de 40 km/h). Ah, y en relación con los bichos hay un último tema a tener en cuenta. Una vez se pasa de 10 km/h hay que respirar por la nariz. En el último tramo antes de llegar a Villafranca, creo que mi dieta se ha visto enriquecida por un número indeterminado de moscas, mosquitos y otros bicharracos.

1 comentario:

Fer dijo...

Aunque el nombre de la perra no es tecla sino Luca...