martes, 10 de junio de 2008

ETAPA 4 - Estella/Lizarra - LOGROÑO


Etapa 4 – Estella/Lizarra – LOGROÑO – 60 km – 5 horas 30 minutos. Velocidad media 14.3 km/h.


Llego a Logroño a las dos y media de la tarde. A pesar del barro – y de haberme perdido dos veces en la salida de Estella, ha sido una etapa bastante rápida. Y a pesar de haber sido el primer día en el que pedaleo solo toda la etapa, ha tenido un contenido social bastante alto. Las anunciadas lluvias me han respetado, y el gran aguacero a esperado a caer cuando ya me encontraba en el hotel. Y encima llego a un Logroño – maravillosa y atractiva capital de LA RIOJA – en fiestas celebrando el día de su Patrón San Bernabé. La cuidad está llena de performances callejeros que rememoran la resistencia de la ciudad a los ejércitos franceses en el año 1.521.

Todavía no había salido de Estella, y ya llevaba más de 7 kilómetros en las piernas. El desarrollo de varias urbanizaciones de adosados – qué plaga! – en los aledaños del Camino, hacen que seguir la ruta original sea poco menos que imposible. Para liarlo más todavía, la autopista que cruza sinuosa el fondo del valle, nos obliga a pasar por debajo de ella varias veces en menos de dos kilómetros. Cuando la moral comenzaba a mermar, me encuentro con Jokin. Este navarro retirado, que sale cada día a caminar con su precioso perro pastor, me comenta que su mayor satisfacción es la de cambiar impresiones con los peregrinos y ayudarles a encontrar la salida de Estella. Adapto mi ritmo a su paso, mientras su perro salta alrededor de Rita. Al cabo de media hora nos despedimos con un fuerte abrazo, como viejos amigos… Estos son los momentos mágicos del Camino que no tienen precio.

Paso por la famosa Fuente del Vino en las bodegas de Iratxe, en donde un grupo de alemanes riegan un desayuno de pan negro y queso con ese caldo abundante que les mana de la pared.
Al llegar a Azqueta un sobresalto. Una ambulancia del SAMUR se lleva a una peregrina que ha sufrido un colapso. Probablemente debido al agotamiento. Los caminantes con los que me cruzo hoy llevan ya una semana en ruta, y en sus caras comienzan a verse las marcas de los kilómetros acumulados.

El Camino va rodeando viñedos, y los barrizales, torrenteras y escurrentías se suceden. Justo antes de Villamayor, Rita y yo nos quedamos completamente atrapados en un barro arcilloso que parece querer engullirnos. Las pelotas de barro acumuladas en llantas, frenos, pedales, radios y alforjas me impiden conseguir moverla por mucha fuerza que haga. No me queda más remedio que arrodillarme en pleno barrizal y comenzar a quitar todo el barro con las manos. Al cabo de quince minutos consigo que la bici se mueva y reanudamos la marcha. No hay un centímetro de mi cuerpo que no esté lleno de barro, y además cuando acelero, miles de bolitas de rojizas que salen disparadas de los tacos de las ruedas completan el cuadro con una detallada y cuidadosa técnica de puntillismo.

Aparte del fenómeno inmobiliario, del cual ni siquiera el Camino se ha librado, hay otro elemento que ha cambiado significativamente en estos diez años. A la diversidad de pueblos y culturas españoles, se une ahora de forma intensa la cara de la inmigración, que era un fenómeno casi limitado a las grandes urbes hace nueve años. En Puente de la Reina todo el personal del Albergue era ucraniano. En Estella, me atendían un ruso y una peruana en el restaurante, y una colombiana en el hotel. Las obras de recuperación y adoquinado del centro histórico de Estella las ejecutaba una cuadrilla de ecuatorianos. En el bar en Logroño me han atendido una cubana y un marroquí. Cuántas historias complejas – humanas – detrás de todos esos rostros de la necesidad. Historias de separación y superación. Historias de integración, de lejanías y proximidades, de promesas de bienestar, de frustraciones. Historias de amor, local y en la distancia. Tomo nota en mi libreta de campo para tratar de ahondar sobre este tema y escribir una historia que sirva de homenaje a todas esas historias que componen hoy cada vez más, una faceta de nuestro bienestar, que no siempre apreciamos y reconocemos.

En Los Arcos, paro a tomarme un café en la plaza de los Fueros, y allí, entre más de una decena de peregrinos que hacen un alto en la etapa, conozco a Brian y a Misha, londinense y berlinés, 64 y 32 años respectivamente. Hace dos días que caminan juntos – Misha hace el camino por segunda vez – y buscan oportunidades para buscar algún tipo de forma de vida en alguna parte del Camino y quedarse a vivir en España. Me confiesan que así pasan lo kilómetros, especulando con oportunidades de negocio y los costes de inversión que les implicaría. Tomo nota para en una entrada posterior de este blog hacer algunas reflexiones sobre las motivaciones de los peregrinos.

El paisaje cada vez más mediterráneo, pasa de los hayedos a los viñedos, los campos de cereales, en incluso algún olivar. El barro va disminuyendo y llego a Viana en donde un paisano, que regenta un negocio de tractores y maquinaria agrícola al ver mi estado – y el de Rita – me indica la manguera que tiene enchufada a la salida del local. Nos viene como caído del cielo. No paro de agradecerle el gesto, mientras pienso en la pinta que debo llevar para generar una oferta tan espontánea!

Continuamos en ruta completamente limpios y frescos. Rita ha dejado de hacer todos esos ruidos tipo molinillo de café. A unos 4 kilómetros para entrar en Logroño, paso ante la casa de Doña Felisa, y tal y como hice en el año 99, me paro a saludarla y a que me selle la credencial. Tras unos minutos de conversación la supuesta Dña. Felisa me saca de mi error y me dice ser Felisita, la hija de Dña. Felisa, ya que esta falleció en el año 2002. Me siento a charlar con ella y me confiesa que ella siempre le decía a su madre que no entendía eso de dar consuelo a los peregrinos, y que ella a menos que fuera por un sueldo, nunca lo haría.
La magia del Camino me da la oportunidad de compartir con ella algunas almendras y confidencias -entre las que me confiesa que a la muerte de su madre se planteó que a ella le hubiera gustado que ella siguiera su labor de dar un poquito de amor a cada peregrino. Y aquí lleva 6 años ya -mientras Lolita su podenca de ojos de color miel hace cabriolas para que la siga acariciando.

El momento más entrañable del día ocurre a continuación, cuando me pregunta si he visto a muchos peregrinos cerca. Le respondo que a unos 30 que pasarán por allí dentro de la próxima hora. Entonces me dice que pensaba irse a comer algo, pero que se queda para poder reconfortarlos a todos. Decido hacerle compañía un rato. No han pasado cinco minutos y llega un caminante italiano que se acerca a nosotros. Felisita le pregunta en su castellano entre dientes que se quiere que le selle la credencial. El italiano confundido le responde “Come?. Come?”… A lo que Felisita tercia. “No, si ya me iba a comer, pero me quedo a esperar por el grupo de peregrinos que se acerca…” A duras penas me trago la carcajada lo que parece excitar todavía más a Lolita que me cubre de lametazos mientras caracolea coqueta a mi alrededor.

Las calles adoquinadas de Logroño son la alfombra roja de una hospitalaria recepción.
Me siento afortunado. Me siento feliz… Y enamorado.
ULTREIA!!!

Nota de la libreta de campo:
Estoy abrumado y conmovido por todos los mensajes que he recibido de todos es@s amig@s que encuentran que este blog les inspira, les da ilusión y esperanza. Me preocupa un poco más que haga llorar… Y me halaga profundamente que mis lectoras me identifiquen con una sensibilidad muy femenina. Nunca pensé que ese pudiera ser un cumplido tan profundo y que pudiera halagarme tanto. Un millón de gracias a tod@s porque desde ahí me estáis dando mucha energía y estáis contribuyendo a que esta experiencia sea todavía más rica.
1000 besos y una gran sonrisa peregrina!

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