domingo, 15 de junio de 2008

ETAPA 7 - Burgos - Carrión de los Condes


Etapa 7 – Burgos – Carrión de los Condes – 93 km – 7 horas 15 minutos. Velocidad media 17.3 km/h.


Burgos nos despide con una salida de la ciudad entre parques, que culmina por el paso a través del campus universitario y las viejas murallas, buen preámbulo a una etapa larga y llana que nos introduce en la Castilla profunda.

El día amanece parcialmente despejado, pero muy frío – 10º a las 8.15 en la salida de Burgos. Me sigue sorprendiendo que capitales de provincia tan importantes no comiencen a desperezarse hasta después de las 9 de la mañana. Busco algún sitio en el que tomar un café y pronto desisto, y confío encontrar algo abierto en alguno de los pueblos de la ruta.

Pedaleo solo, igual que en la mayoría de la etapa de ayer, aunque siempre es una soledad relativa, ya que el goteo de peregrinos a lo largo del camino es una constante. Es más raro, sin embargo encontrarse con ciclista, debido al hecho de que una gran mayoría de estos deja los complicados caminos, y va por asfalto. Es algo que no concibo. Primero por lo paralizante que puede resultar ir por carreteras – nacionales o comarcales – con más o menos arcén, y con los coches pasándote a mucha velocidad y a muy poca distancia. Segundo y principal, porque cuando llevas hechos 100 kilómetros por carretera, te das cuenta de que lo único que has visto durante esas horas es una larga raya blanca. Definitivamente es más duro y exigente el camino, pero las satisfacciones a cambio de eses esfuerzo son enormes en comparación.

Café y donut en Rabé de las Calzadas, en una pequeña cafetería a pie de carretera, en la que los peregrinos se mezclan con camioneros, agricultores y hasta la pareja de la guardia civil, y continúo – aterido de frío – hacia Castrojériz de la que me separan unos 35 km.
Durante un par de horas ruedo integrado en un grupo de 10 ciclistas de Murcia, que vienen con guías y con una gran furgoneta de apoyo. Los relevos, adelantos y piques entre tantos ciclistas, hacen que el tramo sea muy ameno, pero al llegar a Castrojériz, decido acelerar y dejarlos detrás, ya que el aire a grupo de excursionistas es excesivo, y tengo la necesidad de recuperar ese ambiente de introspección del cual he disfrutado desde St. Jean.

Impacta en la aproximación a Castrojériz la clara distinción entre los estamentos medievales, y cómo se hace aparente en la propia estructura urbana. A más de un kilómetro de distancia, ya podemos distinguir claramente el castillo en lo alto del cerro, el pueblo a sus pies a la izquierda, sobre las tierras de cultivo, y la abadía y la colegiata a la derecha en una zona protegida por el farallón que se alza tras el pueblo, y rodeado de bosques. Me produce una especial fascinación el pensar en cómo sería la vida en la Edad Media de un representante de cualquiera de esos estamentos. Eran sus afanes, frustraciones y expectativas, los mismos que los nuestros? Cuántas de esas motivaciones o anhelos son inherentes a la naturaleza humana, y cuántas han evolucionado o son más propias del entorno cultural o social?

2 kilómetros de durísima subida, por una pista de tierra y piedras sueltas. Los caminantes tienen que parar cada pocos metros para coger resuello y se asombran de verme subir sin parar – primero pedaleando, y luego empujando a Rita. Un peregrino de unos 60 años, que he visto subir con una dosis de sufrimiento extra, se me acerca a ofrecerme agua, y comienza a empujar a Rita por el sillín. Tras unos 150 m. desfallece y se queda a una lado del camino, deshaciéndose en disculpas por no poder ayudarme más. Me queda todavía más de un kilómetro y la rampa se inclina cada vez más. Llego arriba con las fuerzas justas, y decido esperar al buen samaritano, mientras disfruto de unas vistas espectaculares de infinitos campos de trigo, veteados aquí y allá por algún pequeño arrollo, sobre el que se congregan glotonas algunas encinas. Llega el caminante y se bebe entre jadeos el agua que le ofrezco. Vuelvo a agradecer su (enorme!) esfuerzo espontáneo, y me repite sus sentida frustración por no haberme podido ayudar más. Se lamenta de su estado físico y del esfuerzo que el Camino le está suponiendo, pero confiesa que está siendo una experiencia que le dejará una marca en su vida para siempre. Pienso en su actitud en general, y en estos minutos que hemos compartido juntos. Me pregunto si tanto él como yo hubiéramos actuado de una forma similar si en vez de encontrarnos subiendo al Alto de Mostelares, nos hubiéramos encontrado en cualquier calle de Madrid o Barcelona. Está claro que la respuesta es negativa. Pero, entonces, la pregunta siguiente sería. Si en esencia somos capaces de tener estos comportamientos, y además nos suponen una fuente de satisfacción personal – además de hacernos a todos la vida mucho más agradable – qué factores hacen que sean reprimidos sistemática y efectivamente en nuestras vidas cotidianas?
Me propongo recordarme cada mañana, una vez llegue a casa, si cada uno de mis actos o comportamientos del día, está en línea con lo que denominaré el “Espíritu del Alto de Mostelares”. Creo que en algo tan nimio, que te ocurre en unos pocos metros de un trayecto de cientos de kilómetros, no sólo puedes sacar conclusiones de gran trascendencia, sino que puede cambiar completamente tu vida.

Avanzo unos kilómetros y coincido en el paso del Puente de Palomares, con Antonio “El Valiente” que lidera un grupo de 67 alumnos de entre 12 y 14 años de un colegio de Zaragoza, que como actividad de final de curso, harán una parte del Camino. Estoy convencido de que la experiencia será magnífica para todos, aunque no tengo claro si los verdaderos beneficios de esta vivencia se darán en plenitud en estas circunstancias de masificación. En cualquier caso, enhorabuena al colegio de Zaragoza y al valiente de Antonio, con el deseo, además de que el Camino deje en todos ellos su semilla, y lo vuelvan a disfrutar varias veces más a lo largo de sus vidas.

Itero de la Vega es un pueblo de los que encontramos cientos a lo largo del Camino. Un pequeño conjunto de casas alrededor de una pequeña plaza, y con una calle mayor que nos guía hasta ella, y luego nos saca del pueblo. En la mayoría de los casos, no son más que un accidente topográfico en la jornada. Entro en Itero con una cautelosa velocidad – nunca sabes de dónde te puede salir un perro o un tractor – y al doblar una esquina (probablemente “la” esquina) me encuentro de frente con una procesión por San Antonio, patrón del pueblo. El cuadro, almodovariano en su costumbrismo extremo, rayando en una cariñosa deformidad, me impacta, y tengo que hacer un esfuerzo para reaccionar y quitarme de en medio de la calle. Estandarte, Cruz, Santo, Tambor y Dulzaina, seguidos de los 25 vecinos del pueblo endomingados y orgullosos, me rodean y me pasan. Es grotesco o sublime? Ridículo y fascinante? Surrealista pero emocionante?
Creo que es simplemente otro de esos momentos de privilegio que te brinda el Camino. Tus asunciones y convicciones se tambalean y te obligas a replantearte las líneas vitales que tú creías tan claramente definidas.

El sol brilla casi todo el día, y los caminos están bastante limpios de barro. Estoy haciendo unas velocidades medias muy altas en comparación con los días anteriores, y esto me hace llegar a Fròmista una hora y media antes de lo que yo había previsto. Es la hora de comer, y busco algún sitio con sabor local. En el albergue me indican que vaya a la fonda de la plaza.
Doña Fina regenta la fonda en lo que era su casa. En la planta baja, ha acomodado 6 mesas y una tele colgada del techo en su antiguo salón, al que se accede por un largo pasillo, al fondo del cual, se vislumbra la cocina, atendida por su hermana. Doña Fina levanta poco del suelo, y uno se pregunta cómo con su evidente sobrepeso puede recorrer incansable ese pasillo cargada de platos de raciones generosas. Tiene el carácter recio y seco de la mujer castellana a la que la vida a obligado a batallar. Se le ve, sin embargo, encantada sintiéndose un poco madre de todos los que estamos allí comiendo. Abronca a unos campesinos del pueblo por no terminarse el plato de lentejas. Se preocupa porque el guarda forestal del ICONA que come solo al fondo, lleva días comiendo poca fruta y verdura. Intenta entenderse con dos alemanas mayores – que luego me cuentan que están de huéspedes en la casa – para explicarles las opciones del menú del día. El problema es que su concepto de hablar idiomas es hablar más despacio y mucho más alto, lo cual no consigue sino confundir a las pobres alemanas que no entienden por qué esta señora se enfada tanto con ellas.
Al rato todos nos hablamos de unas mesas a otras, comentamos el programa de Arguiñano que dan por televisión en ese momento, y al poco me despido del grupo y de Doña Fina con la afección que sólo dan las relaciones humanas intensas.

23 kilómetros más de andadero llano junto a la carretera N-120, y al cabo de hora y media entro en Carrión de los Condes, que cruzo rápidamente para llegar a mi destino, el Monasterio de San Zoilo – uno de mis hoteles favoritos en España… Los detalles mañana…

Notas del cuaderno de campo del peregrino.

Me preguntan estos días que significa el grito de ULTREIA que incluyo al final de las entradas de algunos días. Adjunto un extracto de su significado que he encontrado en la WIKIPEDIA.es.

Ultreia (del latín ultra -más allá- y eia -interjección para mover-) es un saludo entre peregrinos del Camino de Santiago. También sirve para animarse unos a otros en sus jornadas a pie (o en caballo o bicicleta) por los Caminos a Santiago. Viene a significar "Vamos más allá", "Vaya adelante", "Date prisa, sigue adelante" (hacia Santiago de Compostela).
Este saludo jacobeo se tomó del
Codex Calixtinus. En él aparece la frase "Ultre ia Et Sus eia! Deus adjuva nos!" ("¡Vamos más allá y vamos más arriba! ¡Dios ayúdanos!").
Parece ser que antiguamente los peregrinos se saludaban diciendo "Ultreia, suseia, Santiago" ("Ánimo, que más allá, más arriba, está Santiago"). También se ha sugerido que cuando un peregrino saludaba a otro diciéndole "Ultreia" ("Vamos más allá") el otro le respondía con "Et suseia" ("Y vamos más arriba").

No hay comentarios: